En Buenos Aires se multiplican los espacios que combinan gastronomía con obras de arte.
Los restaurantes parecen cada tanto reinventarse. Existen los temáticos, los étnicos, los de cocina de autor, las parrillas, las tratorías y en los últimos tiempos comenzaron a multiplicarse los lugares que unen el arte con la gastronomía, una fusión que encuentra cada vez más adeptos.
Entre éstos están los que optan por el arte figurativo, como Osaka (Juana Manso 1164), un restó que fusiona la cocina oriental con la peruana y que cuenta en su interior con la representación de un árbol que cobija a todos los comensales, y donde sus frutos devienen en coloridas y cálidas lámparas. La Pescadorita (Humboldt 1905), en cambio, cuenta con un gran mural del plástico Pablo Cortés realizado en venecitas, que ayuda a definir la personalidad del espacio gastronómico que se asemeja al de una vieja cantina de pescadores. Filo (San Martín 975), por su parte, es un lugar donde los colores y las texturas se encuentran presentes no sólo en las paredes, sino también en cada una de las mesas y hasta en las muestras artísticas temporales que ahí se exponen (por donde pasaron León Ferrari, Oscar Boni y Kenet Campbel, entre otros).
Circolo Massimo (Libertador 1264) va aún más allá y logró combinar las obras de arte y las delicadas líneas arquitectónicas de la mansión de la familia Leloir, que data de 1900 y que lleva el sello de Alejandro Christophersen (el mismo que proyectó el Café Tortoni y el Palacio Anchorena, entre otros).
Pionero
Uno de los primeros espacios comerciales en fusionar la gastronomía con el arte en la ciudad de Buenos Aires fue Filo, un lugar donde desde 1994 se respira un clima singular, según sus dueños. “Nosotros fuimos uno de los pioneros en juntar el arte y la comida; esto surgió por una necesidad de los socios que convivían a diario con el ámbito cultural. Con el tiempo aparecieron otros restaurantes en la zona que imitaron nuestro camino”, afirmó Deni de Biaggi, apoderado de la firma.
El vínculo entre la gastronomía y el arte esconde, en cada caso, una historia tan rica como sorprendente. “Uno de los socios de Filo se crió en la zona de los bajos de Retiro, un barrio donde convivían mujeres de vida fácil, marineros y artistas plásticos, fotógrafos y escritores. Por sus calles cuando caía el sol caminaba la intelectualidad más progresiva y transgresora, como Jorge Aníbal Romero Brest (que condujo el Di Tella entre 1963 y 1969). Imposible escapar a aquel destino. Otro factor que relaciona la gastronomía con el arte fue la amistad de uno de los socios con el marchand Álvaro Castañino. Todo pareció confabularse para que el arte fuese uno de los pilares fundamentales de Filo”, dijo Biaggi. Tal es el compromiso cultural que allí se vive que entre sus cuatro paredes nació su propio diario: La Voz del Bajo.
Julia Imas, gerente de Circolo Massimo, entiende que el arte es una herramienta capaz de generar un ámbito estimulante para los comensales dando forma una experiencia única. Los socios de La Dorita (Humboldt y Costa Rica) y La Pescadorita encontraron el motor en un gusto compartido. “Siempre nos gustó la fotografía El asado, de Marcos López (artista que intervino La Dorita), y a partir de ese gusto compartido se eligió que nuestros locales tuviesen una conexión con el arte”, sostuvo Santiago Canelo, gerente de ambos proyectos.
El mantenimiento no parece ser un problema. “En Circolo Massimo muchas personas van al restaurante sólo para poder apreciar las piezas artísticas. Por eso, para protegerlas del gran movimiento los dueños realizaron un trabajo de resguardo histórico por medio del cual se lograron separar las obras del público en general.”
La inversión promedio de estos espacios gastronómicos suele ser un 5% mayor que en los restaurantes tradicionales (en el caso de Filo el desembolso fue aún mayor y rondó entre el 15 y 20%). A diferencia de los que muchos piensan, no siempre en estos sitios se abonano adiciones costosísimas. Los responsables aclaran que nada tiene que ver que el ambiente se encuentre rodeado de obras de arte con el costo de cada plato. Asimismo, a pesar de atravesar un presente no del todo sencillo, los referentes gastronómicos consultados coinciden que el futuro les deparará buenos tiempos, ya que en todos los casos cuentan con una clientela fiel y nutrida.
Por Leandro Murciego, Lunes 10 de junio de 2013 para LA NACION