El mercado se ajusta a las formas sociales de hoy y la vivienda responde con tipologías que adoptan todas las variantes según cada etapa.
Las mudanzas traen estrés, pero al estrés no sólo lo causa la cantidad de muebles y bártulos que hay que meter en cajas y trasladar. Lo que también agobia es la razón de la mudanza, casi siempre provocada por un cambio de vida que, deseado o no, exige la elección de una vivienda acorde con la etapa por venir.
Generalmente las personas se agrandan porque se juntan, se casan o tienen hijos. Y hacen el proceso inverso, se achican, cuando se divorcian o enviudan, o cuando emigran de la casa paterna para inaugurar el primer departamentito de soltero. La arquitectura y el mercado inmobiliario acompañan desde siempre el ciclo vital de las personas ofreciendo propiedades usadas y a estrenar, de las cuales muchas han quedado obsoletas porque fueron proyectadas para un modelo de familia como la de Mafalda , hoy reemplazada por la de Los Simpson . Como fuere, sin créditos hipotecarios accesibles y una capacidad de ahorro limitada, la aventura de pasar del monoambiente a la casa con jardín se ha vuelto una carrera de obstáculos.
Toda una estrategia
“El mercado se mueve por tres razones: la inversión, los cambios en la vida y el déficit de vivienda -expresa Alejandra Covello, de Covello Propiedades-. Pero sin dudas lo permanente son las ventas del Registro Civil , como le digo yo.”
Planificar la mudanza según se esté divorciado, soltero o ensamblado ya no es tan fácil como lo era hace diez años, cuando para pegar el salto de una vivienda estándar a otra mejor bastaba con pedir prestado al banco o a los padres. Hoy, aspirar a un hábitat acorde con las necesidades que impone la vida posmoderna supone diseñar una estrategia que permita acomodar el presupuesto al espacio disponible, sin endeudarse.
“Es como el Fiat 600, el primer autito que uno compraba después de haber tenido motoneta. Antes el monoambiente era la primera vivienda para solteros o parejas que recién se iniciaban y que apenas llegaban al ambiente único, a lo sumo al dos, con la ayuda de los padres o juntando plata de la venta del autito. Eran propiedades de no menos de 20 m2 con kitchenette. Pero cuando hace ocho años el gobierno porteño de turno modificó parte del Código de Planeamiento, se fijó un metraje mínimo y patios de primera, que antes eran de 2 x 2, y ahora son aire luz”, explica Armando Pepe, de la inmobiliaria homónima y presidente del SOM.
Pero con el tiempo el monoambiente dejó de ser una opción. Los últimos emprendimientos casi no contemplan el uso residencial de esta tipología, cuya denominación comercial ha virado hacia otra más marketinera : ahora al espacio único le dicen estudio , tal como llaman en Francia a una propiedad pequeña destinada a trabajo o vivienda temporaria.
“En la Argentina, el monoambiente o estudio es el que mueve el mayor número de inversores, hay pocos consumidores directos. Hoy, el 70% de lo que se construye es de uno y dos ambientes. La gente lo compra -sobre todo gente del interior- para refugio de dinero. Entran en el pozo de la obra para tenerlo guardado y el día de mañana sacarle una renta o dárselo a los hijos. Son personas que tienen ahorros, casi no hay operaciones de crédito en esas propiedades. Los clientes priorizan la ubicación: Barrio Norte, Palermo y las zonas céntricas, y buscan emprendimientos casi en un 80% nuevos, edificios de muchas unidades para bajar los costos de mantenimiento”, dice Rafael Baigún, de la inmobiliaria que lleva su nombre.
Metros por barrio
El departamento de dos ambientes es hoy la meta para las personas solas o en pareja, pero deben resignar barrio para conseguir más metros. “Cuando el cliente que dispone de dinero y no tiene crédito compra su primer dos ambientes, desde el vamos resigna la zona y busca, por ejemplo, si tiene 60.000 dólares para gastar, en Núñez o Belgrano. Este es el primer paso”, explica Covello.
Recién cuando la pareja decide tener un hijo se produce el gran salto: vender para comprar un tres ambientes. A menos que la situación económica sea holgada, la prioridad sigue siendo la superficie y no la ubicación. “Hoy, los saltos son muy difíciles de dar, requieren mucha inversión y muy pocas operaciones se están haciendo con crédito porque nadie llega a la cuota que exigen los bancos. Para mudarse a un departamento grande hace falta cash , ahorros. Igualmente difícil es pasar del usado al nuevo, claro que depende de la zona donde esté buscando. Pero departamentos nuevos hay pocos a precios accesibles -agrega Baigún-. Hace unos días le vendí uno de tres dormitorios a una pareja que esperaba su segundo hijo. Vendieron el de tres, se mantuvieron dentro del mismo metraje, pero que con otra distribución. Prefirieron perder barrio, es decir, resignar ubicación por cantidad de ambientes.”
Para Armando Pepe, la zona sigue siendo un bien indeclinable, aunque reconoce que el contexto cambió. “El que vivió toda la vida en el Centro quiere seguir viviendo en el Centro. En 1978 hice una torre en Olivos a causa de un estudio de mercado en el que observamos que muchos jóvenes que se casaban o se iban a vivir solos querían seguir en la zona, pero no les daba para comprar la casa. Entonces hicimos una torre de 230 departamentos de uno y dos ambientes. Se vendió en 90 días. En ese momento no había opciones ya que lo que se construía eran departamentos muy grandes -recuerda-. Ahora se da el proceso inverso. Hace más de diez años le vendí un 4 dormitorios a una señora que ahora me dijo: Nos quedamos solos, los chicos se casaron y sobran los 400 metros cuadrados, buscame algo más chico.”
El sueño del jardín
“El sueño de la casa es una cuestión ancestral -explica el arquitecto Jorge Sarquis, director del Centro Poiesis y director de la carrera de Especialización en Investigación Proyectual de la UBA-. Para la pareja joven el nidito de amor es el mismo de la torta de bodas: la casa con techito a dos aguas y el árbol al lado. La gente quiere ir a vivir a los countries por la seguridad y el jardín, pero el imaginario colectivo está distorsionado por los medios. Compra la felicidad que representa eso. Pero algunos no tienen idea de lo que significa vivir aislados.”
Sin embargo, la explosión de las urbanizaciones demuestra que ese sueño sigue vigente y asequible, ya que en la ciudad una propiedad semejante cuesta casi 50% más que en countries y barrios cerrados, dice Alejandra Covello: “Es el sueño final de la pareja, pero hay dos temas: el costo es más alto que en Capital y a eso se suma el trastorno del viaje, la distancia, tener dos autos, etcétera. Por eso muchas familias deciden volver a la ciudad, aunque en proporción son más las que no regresan”, comenta.
Según Verónica Grondona, arquitecta y desarrolladora de barrios y condominios en la zona norte, las parejas regresan a la Capital porque la mujer no se acostumbró a no trabajar y estar en la casa todo el día o porque el nivel de gastos que supone mantener ese estilo de vida superó su presupuesto. Sin embargo, observa, crece la demanda de condominios y dormies en los countries. En algunas parejas que se divorcian el hombre deja la casa y para no alejarse de los hijos alquila algo más chico en la zona. “Hay mucha demanda de gente sola y también de gente mayor, cuyos hijos y nietos viven en el country, y deciden instalarse para mantener la cercanía. Por eso los condominios se venden volando. Son espacios chicos, de entre 55 y 150 metros, y con servicios”, explica Grondona.
Para los que deciden volver a la ciudad el proceso tampoco es sencillo. Las casas son más caras, los muebles no entran en el departamento nuevo y no todos tienen baulera, explica Alejandra Covello. En ese contexto, a veces impredecible, el desafío de la arquitectura contemporánea, sostiene Sarquis, es diseñar espacios que resuelvan las nuevas realidades de los usuarios del siglo XXI, que son tan dinámicas como la vida misma.
Marina Gambier, 28 de agosto de 2010.
Publicado por La Nación.