Hay más de 11.300 espacios en el mundo; es un modelo que plantea que los desarrolladores pasen de tener siete inquilinos a uno, que a su vez puede subalquilar a 100.
El concepto de coworking o “co-trabajo”, que reúne aquellas dos características en lugares de trabajo colectivo para profesionales independientes, pymes y algunos empleados de compañías, se instaló a inicios del siglo y explotó en los últimos arios. Más de 11.300 espacios y más de 835.000 miembros a nivel global se contabilizaban a fines de 2016, de acuerdo con cifras de la publicación Deskmag, que proyecta un crecimiento mundial del sector del 22 por ciento para 2017.
Adam Neumann, el fundador de WeWork, una red global de cowor-king con presencia en 33 ciudades -sólo en Nueva York tiene 26 sedes- y valuada en más de US$15.000 millones, dijo a la agencia Bloomberg que su proyecto no es competencia de otros espacios de “cotrabajo”, sino “de las oficinas”. Con una sede pronta a llegar a Buenos Aires, ¿deberían encenderse las alarmas de desarrolladores y brokers inmobiliarios? ¿Se encuentra el mercado de oficinas local ante su posible Airbnb o Uber? El modelo de coworking es simple: cada persona o compañía que desee obtener su lugar en una oficina de este tipo paga una membresía mensual que varía según se alquile un escritorio privado, un asiento en mesas colaborativas o una oficina cerrada. Además, este tipo de espacios ofrece generalmente amenities como terrazas, salas de reuniones y livings donde todos los que trabajan allí pueden intercambiar experiencias.
En la Argentina, según fuentes del mercado, existen unos 50 espacios. El escenario cambiará cuando, en mayo próximo, WeWork-que no tiene ni un metro cuadrado en su haber, ya que alquila edificios que luego subalquila- desembarque
Para el ejecutivo, es un mito que hay “muchos” espacios de coworking. Como metáfora, se remite a los hoteles boutique en Palermo: “Hay alojamientos de cinco estrellas pero con seis cuartos. ¿Y cómo le competís a una cadena grande que tiene spa, gimnasio y una atención espectacular? Lo que tiene WeWork no lo vi en otros lugares del mercado”, explica.
Fuks sostiene que el desarrollo no significa una amenaza para el sector de oficinas tradicionales sino un cambio para los desarrolladores: “En vez de tener siete inquilinos, tendrá uno, que a su vez tendrá 500. Cambia la modalidad, pero no es una competencia ni está matando el negocio. Al revés, lo está mejorando”, evalúa.
Otros jugadores del mercado local opinan que, en un punto, los espacios de coworking son, por lo menos, un llamado de atención para el sector de las oficinas. Aquel punto es un “público de intersección”, tal como lo llama Marcelo Cora, socio de Urban Station, una compañía que tiene cinco espacios: cuatro en Capital Federal y uno al norte del conurbano, en Pilar. El emprendedor sostiene que hay startups o pymes que se debaten entre ambos tipos de lugares, y que eso se traduce en un aviso a las oficinas tradicionales para que “evolucionen” de la mano de la economía colaborativa que, según su visión, es la gran disruptora. En el mismo sentido, Herman Faigenbaum, director de Cushman & Wakefield Argentina, dice que “en la medida en que los desarrolladores de oficinas no se modernicen”, mayor será la amenaza, sobre todo en el público de las empresas, que ya está empezando a poner un pie en el mundo del coworking. Por ejemplo, en Buenos Aires, Accenture utiliza las instalaciones de HIT y empresas como HSBC, Bacardi y KPMG tienen sus escritorios en sedes de WeWork. Asimismo, las salas de conferencias de Urban Station son utilizadas por grandes marcas de consumo masivo para reuniones o eventos. “El coworking está ganando terreno no sólo en el ecosistema emprendedor y de trabajadores independientes, sino también en el ambiente corporativo, como reemplazo complemento para el home office o como alternativa para realizar reuniones y capacitaciones”, finaliza Ivan Ginevra, director de Gnv Group.
Por Sofía Terrile, Lunes 6 de febrero de 2017
Publicado en el suplemento Inmuebles comerciales e industriales del diario LA NACION