Con estilos variados, ofrecen un paisaje para los transeúntes que apuntan sus ojos al cielo; un recorrido por las más emblemáticas de Buenos Aires y su influencia en el valor inmobiliario.
Pasear por la ciudad con ojos atentos a su riqueza arquitectónica siempre regala sorpresas. Las cúpulas, por ejemplo, símbolos de una cosmogonía que invita a unir el cielo con la tierra, seducen desde las alturas con diversos estilos y terminaciones que van desde reminiscencias de estilo greco-romano, árabe o español hasta influencias de art nouveau. Muchas se encuentran sobre la Avenida de Mayo, la zona de Tribunales, Congreso, o el microcentro, pero también dicen presente en otros barrios.
El arquitecto Fernando Calió es director de AV Activos de Valor Bienes Raíces, FC Bienes Raíces y Arte , y asesor de edificios sustentables y normas LEED señala el papel destacado de las cúpulas en el paisaje de la ciudad, sin abstraerse del rol primordial que cumplen en la arquitectura funeraria y religiosa, además de la privada, donde muestran facetas cautivantes por dentro y por fuera. Se trata de elementos que guardan una significación especial en cada cultura, y una historia que las define como joyas milenarias de la arquitectura. Entre las más emblemáticas alrededor del mundo, menciona por ejemplo la cúpula con óculo del Panteón de Agripa -uno de los edificios mejor conservados de la antigua Roma- que deslumbra con la armonía de sus formas, o las cúpulas del Renacimiento o del Barroco italiano, entre las que la célebre cúpula de Bruneleschi en Florencia, constituye uno de los hitos más importantes.
Al referirse a Buenos Aires, Calió sostiene que la ciudad las convirtió en un elemento icónico y referencial muy familiarizado con las esquinas. Sin embargo, también se las puede ver asomar jerarquizando edificios entre medianeras. “Nuestra ciudad posee en su acervo arquitectónico una variedad de cúpulas que nos sorprenden al elevar nuestra mirada en la vorágine cotidiana. Todas se elevan orgullosas en su diversidad formológica. Las hay redondas, acebolladas, coloidales o de media naranja”, afirma el especialista, un apasionado y gran conocedor del patrimonio arquitectónico.
Entre los ejemplos de estilos variados cita la cúpula del Congreso, todo un símbolo que además destaca por su excelente estado de conservación, o los pintorescos cupulines que rematan con un tinte colorido los extremos del edificio “la inmobiliaria” ubicado sobre la avenida de Mayo al 1402. Sobre Diagonal Norte -en la avenida Roque Sáenz Peña 615-, las cúpulas gemelas del edifico Bencich acentúan el toque imponente de la obra creada por el arquitecto Le Monier en 1927, que conjuga elementos de clasicismo con el academicismo francés, y son otro de los grandes exponentes que menciona Calió, junto con las elegantes cúpulas que rematan las torres del edificio Wulff, en el cruce de la avenida Belgrano y Perú.
Desde el punto de vista comercial, Calió explica que si bien las cúpulas jerarquizan a sus edificios y embellecen a la ciudad, no necesariamente constituyen un elemento que eleve per-sé el valor de las propiedades. “No sería tan generalista en considerar que todo edificio que remate en una cúpula se precie como un edificio de categoría. Pero sin dudas, y más allá de su concepción estilista y ubicación dentro de la urbe, todo edificio de carácter histórico y que como agregado presente una cúpula, es relevante para el patrimonio histórico de la ciudad, y es de importancia procurar su puesta en valor y conservación”, dice el arquitecto. Señala que en el país existe una marcada tradición de valorar a los edificios de estilo academicista. “El Estrugamou, por dar sólo un ejemplo, es uno de los más prestigiosos, de elevada categoría y de los más cotizados en su valor inmobiliario. Pero también los hay que responden a otros estilos, como el edificio Kavanagh, con su impronta racionalista art-decó. En la estimación de su precio de mercado, no sólo influyen los aspectos ya mencionados, sino que también existen casos particulares en donde la referencia a quién pertenecieron o habitaron, constituye un plus en su cuantía”, sostiene Calió sobre la relación entre el arte y el mercado inmobiliario.
Soraya Chaina -gerente de Ecosistema y Movilidad turística del Ente de Turismo del Gobierno de la Ciudad, a cargo del programa de visitas guiadas para turistas y residentes- cuenta que existen infinidad de itinerarios para apreciar las mejores vistas desde y hacia los cielos, con sus llamativas cúpulas. Entre las que cúpulas que destaca está la de la esquina de Rivadavia y Ayacucho, de estilo art-nouveau y construida en 1909 por el argentino Eduardo Rodríguez Ortega. Su peculiar diseño en el que se destacan la combinación de vidrios -tiene 952 piezas de vidrios espejados- y los contrastes, rinde homenaje a Gaudí. El edificio tiene planta baja, un entrepiso, cuatro pisos con departamentos y una terraza de 350 metros cuadrados. La cúpula cuenta con tres niveles que culminan con un cupulín y una construcción con forma de cebolla, rematada con una veleta de hierro. Recientemente restaurada por el arquitecto Fernando Lorenzi, esta cúpula lleva escrita la frase “No hi ha somnis impossibles” -No hay sueños imposibles-” y es una de las más llamativas de la zona. La mística del Palacio Barolo no podía prescindir de una distinguida cúpula, que además ofrece una vista privilegiada de la ciudad en la zona de Monserrat y de la avenida de Mayo, sobre la que se ubica el edificio -entre las calles Santiago del Estero y San José. La encargada del programa de visitas guiadas de la ciudad destaca también el faro del Barolo.
La emblemática cúpula de la Casa Central del Banco de la Nación Argentina, en Bartolomé Mitre 326, es otra de las destacadas. Este edificio monumentalista, obra del arquitecto Alejandro Bustillo es uno de los grandes tesoros de la ciudad, coronado por una imponente cúpula de cincuenta metros de diámetro. El Teatro Colón, por supuesto, también está entre los recomendados por Chaina, con una cúpula que alberga en su interior el gran trabajo pictórico realizado por Raúl Soldi. Como curiosidad, Chaina cuenta que la pintura original -realizada por el francés Marcel Jambón en 1908- se deterioró y se perdió a causa de la humedad que generaban las grandes barras de hielo que se instalaban en los primeros tiempos del teatro en el coro de ángeles, con el objetivo de refrescar el lugar. “El trabajo de mantenimiento y conservación en este tipo de obras es fundamental”, afirma, al tiempo que señala que muchas de estas cúpulas pertenecen a edificios que son patrimonio histórico y cuentan con protección.
Acostumbrada a mirar la ciudad con ojos de turista, Chaina no pierde la capacidad de sorprenderse y recomienda siempre mantener la mirada abierta. Señala por ejemplo, las cúpulas de algunas galerías que cuentan con pinturas y murales de grandes artistas: la galería Santa Fé sobre esa avenida al 1660 con una cúpula con obras de Raúl Soldi, o la galería San José de Flores -en Rivadavia al 6800- que ofrece imágenes creadas por Juan Carlos Castagnino, Enrique Policastro y Demetrio Urruchúa. A veces, tal vez, dejarse llevar e ir con la cabeza un poco en las nubes puede ser una excelente paseo.
Por Gabriela Koolen, Sábado 13 de enero de 2018
Publicado en el suplemento Propiedades & Countries del diario LA NACION