La construcción de decenas de torres pequeñas de entre cuatro y nueve pisos les está cambiando la fisonomía a tradicionales barrios de casas como Los Troncos, Chauvin, San José y Stella Maris; los espacios favoritos son los más próximos a la calle Güemes.
MAR DEL PLATA.- La imagen de barrios tradicionales y casas bajas se diluye. Los típicos chalets de piedra, algunos con más de medio siglo, se convierten en escombros y en su lugar emergen torres de departamentos.
El fenómeno se advierte claro y contundente en las arterias más próximas al centro comercial de la calle Güemes, casi en el corazón de Los Troncos. Los turistas que por ahí andan de compras deben buscar estacionamiento entre grandes grúas y camiones hormigoneros que van y vienen durante todo el día. Y eludir vallados de seguridad que vedan el paso frente a las obras en marcha.
Algo similar, casi al mismo ritmo, se vive y respira en áreas aledañas y muy tentadoras para los inversores, como Chauvin, San José, el centro y La Perla. Proliferan los departamentos a un ritmo poco visto por aquí. Y el mercado inmobiliario, tanto de construcción como de comercialización, vive un gran momento; a costa, claro, de algunas de las más valiosas postales de la ciudad.
La situación despertó a la par las críticas de vecinos de las zonas residenciales afectadas, incómodos por la aparición de estas torres que acaban con la intimidad de todas las propiedades de la manzana, y también de aquellos que reclaman al Estado políticas que permitan la preservación de inmuebles que se consideran parte del patrimonio arquitectónico y cultural del balneario.
En la ciudad hay más de 350 obras de edificios en ejecución y otras 150 esperan la aprobación por parte del municipio para avanzar con los cimientos. Fuentes del sector confirmaron a La Nacion que sólo durante 2010 se construyeron 220.000 m2. Según el Observatorio de Desarrollo Regional que dependen de la Bolsa de Comercio de Mar del Plata, en el mismo período se movieron aquí unos 300 millones de dólares en compra y venta de propiedades, cifra que, sin ser récord, es una de las más interesantes de los últimos tiempos.
“Podemos decir que en la ciudad tenemos hoy una actividad inmobiliaria muy importante con buena cantidad de construcciones y, por sobre todo, con propuestas de muy buena categoría”, explicó el ingeniero Luis Silva, presidente de la Cámara de Desarrolladores Inmobiliarios de Mar del Plata.
La entidad tomó forma en los meses finales de 2010 y tuvo su presentación en sociedad durante este verano. Ocupó un local en los balnearios de Playa Grande y desde ahí difundió la oferta inmobiliaria de la ciudad, además de generar un ciclo de charlas con participación de referentes del sector.
El cierre fue anteayer y estuvo a cargo de Carlos Melconián. El economista describió alternativas para este año electoral y escenarios posibles más allá de octubre. Pero les dejó un mensaje claro y positivo para el rubro: “Pase lo que pase, inversiones en los ladrillos vamos a tener”, les dijo.
Exigencia y calidad
Las obras que están en ejecución tienen un perfil común: son torres con diseños modernos, buen equipamiento y, por sobre todo, muchas comodidades. Los amenities están a la orden del día, aun cuando se trate de edificios de menor magnitud.
Silva explica que es una consecuencia del tipo de demanda que tiene el mercado. “Aquí tenemos gente muy exigente, con mucho ABC 1, que está pidiendo construcciones de buen nivel y calidad”, remarcó.
En su mayoría son complejos de uno a cuatro ambientes. Pisos y semipisos enriquecidos -según el caso- con solárium, SUM, piscina y laundry.
Según la zona y el producto, el metro cuadrado de las nuevas unidades puede costar entre 1500 y 2500 dólares. Los valores más altos corresponden en casi todos los casos a edificaciones con vista al mar.
El formato de fideicomiso está muy presente entre los inversores que apuestan a la construcción. Con un dólar casi inamovible e inversión en alza, los ladrillos otra vez parecen garantía de rentabilidad.
Los históricos del ramo señalan la aparición en escena de nuevos inversores que vuelcan capitales fuera de su actividad original. “En lugar de correr riesgos con ampliación de su fábrica o abrir nuevos locales buscan seguridad en el rubro inmobiliario”, explicaron.
Desde la Cámara de Desarrolladores Inmobiliarios aseguran que se comercializa casi a la par de lo que se construye. Hay mercado y por eso la ola de construcciones no se detiene. Destacan a familias, en muchos casos matrimonios mayores, que dejan Buenos Aires u otros puntos del país para cumplir su sueño de vivir más cerca del mar. O que quieren asegurarse un techo propio para su veraneo o escapada en la costa. Pero también los propios marplatenses aprovechan estas nuevas unidades. Cambian sus casas con parque por departamentos muy bien equipados. Más seguridad y mejor calidad de vida son los argumentos centrales cuando explican su decisión.
Después de la crisis
La construcción tuvo su repunte en Mar del Plata poco después de la crisis de 2001-2002. Tras aquel escenario de complicaciones y dudas aparecieron inversiones muy fuertes, en especial con la serie de torres premium que se repartió en la primera línea de cara al mar.
Al mismo tiempo, y como un intento para mantener viva la denominada industria madre , el Concejo Deliberante aprobó entonces una ordenanza que permitía incrementar hasta en un 30% el límite máximo de superficie a construir por lote. Fue una forma de ofrecer mayores garantías de rentabilidad a los inversores, que supieron aprovechar esta ventaja mucho más allá de aquella coyuntura.
Ese beneficio promocional se extinguió el 31 de diciembre último y desde la Comuna anticiparon que las nuevas construcciones no podrán superar los cuatro pisos en los barrios Chauvin, San José, La Perla, Nueva Pompeya, Villa Primera, Estación Norte, Bernardino Rivadavia, Plaza Peralta Ramos, Peralta Ramos Oeste, Lomas de Stella Maris, Leandro Alem, el centro y Playa Grande. “Son sitios donde hay una característica constructiva que identifica a Mar del Plata y que el gobierno municipal desea preservar”, argumentó el intendente local, Gustavo Pulti, al presentar una iniciativa que pretende poner límites al desarrollo de grandes torres en barrios caracterizados por la presencia de chalets.
El objetivo de las autoridades es alcanzar un desarrollo inmobiliario planificado, y para eso buscarían -entre otras alternativas- mantener medidas promocionales para alentar el despegue de otros puntos de la ciudad.
Acompañar el crecimiento de la zona norte -donde se proyecta la construcción del Museo de Arte Contemporáneo y playas recuperadas a partir de la nueva planta de efluentes cloacales- y de Punta Mogotes son apenas algunas alternativas.
Silva reconoce que hace falta un ordenamiento y una mejor planificación del crecimiento de la ciudad. Pero también advierte que no se puede decidir sin atender al mercado. “Los clientes quieren zonas preestablecidas”, dijo. Por eso, antes de tomar medidas y fijar políticas pidió escuchar también al potencial usuario definitivo de esas nuevas propiedades.
Darío Palavecino, 26 de febrero de 2011.
Publicaddo por LA NACION