Algunos trémulos brotes de las plantas se desconciertan ante las oscilaciones de temperatura, típicas de agosto. El sol brilla de a ratos como el mercado, que tiene chisporroteos efímeros y luego vuelve a decaer. La inestabilidad parece ser la constante de este año complicado, con negocios que ofrecen rentas más magras de lo esperado, en las propuestas modernas.
Aun así, siempre con el espíritu intacto frente a la adversidad, los players del sector saben de estos vaivenes y se toman su tiempo para avanzar, pero después de meditadas decisiones.
Muchos de esos protagonistas están trabajando en estos días para participar del próximo Salón del Mercado Inmobiliario, entre el 9 y 11 de noviembre, que organiza LA NACION desde 2005 y que se considera desde entonces el punto de encuentro del Real Estate tal como se concibió desde el primer momento. Así se creó un espacio especializado que hace su gran aporte a la economía, tal como sucede en todo el mundo.
Este acontecimiento recientemente anunciado se suma a otro que está en vísperas de celebración: el Colegio Unico de Corredores Inmobiliarios de la Ciudad de Buenos Aires festeja su primer año de actividad. Hay que reconocer el papel importante que tiene para la ciudad contar con un colegio que reciba en su institución a profesionales del sector debidamente matriculados (ya hay más de 4000) para actuar en este mercado creciente, más allá de las vicisitudes de la coyuntura, que finalmente es sólo una circunstancia. Los ciclos son inevitables y hay que transitarlos.
Poder colegiarse significa subir un peldaño en el ámbito profesional; también apostar a que esta actividad merezca ser competitiva y respetada del mismo modo que otras, cuyos colegios respaldan a través de sus socios el comportamiento e incorporan más exigencias para integrarse a una sociedad que busca con ahínco y en todos los ámbitos la excelencia.
El reto de las instituciones está planteado. Su éxito también depende de quienes lo integran y no sólo de sus directivos, sino de todos aquellos que con su quehacer cotidiano suman con capacidad, respeto, decisión, conocimiento, confianza y voluntad de transformación tal como lo exige este convulsionado comienzo de siglo.
Adriana B. Anzillotti, 28 de agosto de 2010.
Publicado por La Nación.