El ícono porteño uno de los más conocidos en el mundo rejuvenece, propone encuentros y nuevas alternativas de negocios.
El inconfundible ruido de la máquina de café expresso, el sonido casi omnisciente de las pocillos y los platitos de porcelana (de la buena esa que es pesada) chocándose unos contra otros del otro lado de la barra, el armónico taconear de los mozos que con su tránsito acompasado parecen ir dibujando ochos por el salón, como si de una pista de baile se tratara, y las voces -con sus distintas lenguas- que se superponen unas sobre otras van dando forma a una armoniosa música de fondo que acompaña la estadía a cualquiera que visite al menos por un rato al Gran Café Tortoni. Allí en ese ícono porteño fundado en 1858 y que, poco a poco, se fue convirtiendo en el paradigma del café de Buenos Aires, año tras año intentan ofrecer al mercado nuevas propuestas comerciales que los coloquen en la vanguardia de su rubro.
Lejos de anquilosarse, ese espacio uno de los rincones porteños más conocidos en el mundo, intenta sorprender no sólo al público local sino también a aquel que viene desde el exterior atraído por las historias que de él se cuentan y no es para menos ya que por allí pasaron personalidades como los escritores Leopoldo Lugones, Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni, Rafael Alberti, Federico García Lorca; pasando por artistas como Miguel de Molina y Atahualpa Yupanqui, personalidades de la política local e internacional entre los que se destaca Juan Carlos Borbón, el rey de España. “Nuestra idea es no quedarnos anclados en el pasado y para ello no sólo hemos realizado -junto con un montón de amigos del café- acciones culturales que incluyen presentaciones de libros, eventos artísticos, charlas debates y nuevas distinciones a personalidades contemporáneas sino que también fuimos intentando encontrarle nuevas aristas al negocio gastronómico apelando mucho más al ingenio que a la inversión genuina”, explicó Nicolás Prado, uno de los gerentes de la firma que tiene más de 100 años de historia.
Y agregó: “Fue así que comenzamos hace poco más de un año con el tema de los alfajores a ellos le siguió el dulce de leche, para eso elaboramos un convenio con la firma El Brocal (radicada en San Pedro) y a uno de sus productos le pusimos nuestra marca en la etiqueta. La prueba la realizamos con unos 500 frascos y el resultado ha sido muy bueno, actualmente llevamos vendidos más de 3000, la mayoría de los cuales salieron de la Argentina logrando llevar más allá de las frontera no sólo nuestra marca sino también la de nuestros socios en este proyecto”.
En diciembre fuimos a buscar las primeras 1100 botellas de este malbec reserva de cosecha 2012 que según una cata realizada por la Escuela Argentina de Vinos, este producto en su rango (se vende a $245), logró una puntuación de 8,7 sobre 10. Como era de esperar tuvo una muy buena aceptación”, dijo Prado.
Para el fraccionamiento y la puesta en circulación de este producto, que se venden en forma exclusiva en el café, la marca invirtió una cifra que no llega a los $70.000. “Nuestra idea era hacer una tirada chica y controlada que nos sirviera de termómetro para ver como seguíamos con el proyecto. Ahora tras los primeros resultados podemos ir por más”, contó Prada.
A tal punto es importante el Gran Café Tortoni que actualmente existen varias iniciativas parlamentarias porteñas para que la actual estación Piedras del subterráneo de la línea A agregue a su nombre el del Gran Café Tortoni. El proyecto inicial había entrado al recinto porteño en 2015 de la mano del ex diputado porteño Oscar Moscariello (hoy embajador en Portugal) y este se presentó en reconocimiento a uno de los íconos porteños junto con el obelisco más reconocidos en todo el mundo.
Por Leandro Murciego, Lunes 29 de agosto de 2016
Publicado en el suplemento Inmuebles Comerciales del diario LA NACION