La calle sigue con demanda de lo outlets y las primeras marcas. Los alquileres superan lo 20.000 pesos mensuales.
Desierta durante los días de semana, deprimente los domingos por la tarde. Así era el paisaje de la calle Aguirre hace cuatro años, antes de que la varita mágica transformara la zona en lo que es hoy: un shopping de pichinchas a cielo abierto. ¿Qué hubiera sido de esta área de Villa Crespo de no existir el producto discontinuo , la canasta de ofertas? Probablemente, nada excepcional.
Pero, como dice el refrán, nunca digas nunca : en estos últimos años, las residencias antiguas de ese corto tramo de Aguirre que va de Acevedo a Serrano fueron desapareciendo para dejar paso a los grandes locales comerciales donde hoy funcionan los outlets de las marcas de indumentaria más importantes del mercado. Puesta a punto, la zona parece un barrio dentro de otro: no hay basura tirada y a las veredas no les falta ni una baldosa. Tampoco se ven señoras empujando el changuito del supermercado, porque los beneficiarios del surgimiento de este circuito comercial no fueron ni los empresarios ni los clientes, sino los vecinos.
Como sus viviendas subieron hasta ocho veces el valor en este tiempo, la mayoría fue vendiendo sus propiedades para sacarle jugo a la movida. Hoy, un alquiler ronda los 20.000 pesos mensuales, y las pocas casas que quedan en venta no bajan de 450.000 dólares. Sobre Gurruchaga, frente a la recién inaugurada tienda de Lacoste, todavía sobrevuela el polvo de dos casas demolidas y se ve un intenso movimiento de obreros sacando escombros. Sobre los cimientos edificarán dos nuevos locales.
En Aguirre 750 una familia hizo lo propio con su casa de toda la vida, y en menos de 60 días estrenará un local de 170 m2, con jardín incluido. En esa calle al 800 ocurrió lo mismo, donde hubo una vivienda ahora hay una sucursal de Wanama y arriba se levantaron dos plantas más.
“Vivo acá hace 27 años -cuenta Juan C., que atiende el único quiosco de la cuadra-. Cuando era chico la calle estaba muerta, los domingos era terrible. Ahora quedamos unas pocas familias en la cuadra, porque todos vendieron y sus casas actualmente son locales”, dice mientras señala dos tiendas flamantes, de las cuales una mantiene los rasgos de la arquitectura original. Más allá, en una preciosa ochava de principios del siglo pasado, la marca Airborn prepara su desembarco. A pocos metros, hace tres meses, inauguró Class Life. “Mi familia tiró la casa y construyó el local, nosotros nos mudamos arriba”, agrega.
Según una vendedora de la inmobiliaria SG Group, los alquileres suben mes a mes. “Nosotros mantenemos los precios, pero lo que entra seguramente será más caro, sobre todo si son locales nuevos”, explica sin dar su nombre.
Pese al crecimiento de la demanda, los valores no compiten con los de la avenida Córdoba, la meca del outlet. Son dos circuitos distintos, uno abarca casi un kilómetro, el otro apenas unas cuadras. Sobre Córdoba hay locales de distintas dimensiones ocupados por marcas de segunda y tercera línea. En Aguirre los espacios superan los 100 m2 y sólo hay etiquetas de primer nivel.
“Todo empezó hace cuatro años cuando algunas empresas de turismo receptivo llevaban grupos de latinoamericanos para comprar en los únicos outlets que por entonces había en la zona: Cacharel, Lacoste y luego Puma -recuerda Horacio Berberian, titular de la inmobiliaria Shenk-. Hace cinco años una casa costaba US$ 120.000, ahora en esas manzanas no encontrás nada por menos de US$ 700.000; es decir, el precio del m2 aumentó entre siete y ocho veces. Una vieja casona, aunque esté en malas condiciones, vale mucho más por su potencial comercial, es lo natural. Y la zona no tiene rebote; es decir, el fenómeno se dio en este eje, Aguirre y Gurruchaga, no así en las calles paralelas. Sin duda el vecino salió favorecido porque era una zona muy rezagada donde las casas se venían abajo. La avenida Córdoba agrupa diferentes tipos de marcas de segunda y tercera línea, en cambio en Aguirre son de primera línea”.
La mayoría de las viviendas originales estaban implantadas sobre generosos terrenos de casi 8 x 25 m de fondo, lo que hizo posible aprovechar el espacio y se generaron plantas abiertas y dobles alturas con entrepisos. El valor arquitectónico es casi nulo porque todo se demuele, expresa el arquitecto Flavio Domínguez, del estudio homónimo. “El valor está en el metraje, por eso casi siempre es mejor tirarlas y construir de nuevo -agrega-. Sin contar los gastos de demolición, poner a punto un espacio de estas características requiere una inversión de unos 200.000 pesos.”
“Ni Córdoba ni Palermo se pueden comparar con el fenómeno comercial de Aguirre. Palermo Viejo es otra historia, ahí tenemos una mezcla de diseño, deco, gastronomía, es un paseo de compras que va a seguir creciendo. En cambio, en Aguirre son la mayoría inquilinos, pocos se arriesgan a comprar porque sigue siendo un polo barrial pequeño”, agrega Berberian.
Los vecinos coinciden en que el cambio fue positivo, pero falta que la zona explote.”Todavía no están las casas de grandes marcas deportivas, salvo Puma, pese a que no es un local competitivo”, agrega Juan, aunque con su familia disfruta de los beneficios de vivir en la calle más convocante de Villa Crespo.
Marina Gambier, 12 de Julio de 2010.
Publicado por La Nación.