Como casi no se puede construir allí, se extienden los límites para levantar edificios de dos o tres niveles cerca de esta zona; muchos de los que la eligen son jóvenes, cuyas familias han echado raíces en el eje norte.
Aunque el Tren de la Costa ya no es lo que era, la estación de Punta Chica conserva su encanto original. Allí, en un cafecito que suma el verde pastel de sus puertas y ventanas a los vigorosos verdes de los árboles que lo rodean, desayuna Vicky Casaburi, 24 años, productora de un programa televisivo de deportes. “Todas las mañanas, antes de ir al estudio paso por acá a tomarme un licuado Bikers -de frutilla, durazno, naranja, pomelo- con alguna medialuna o masita.
Lo hago mientras leo los diarios y adelanto algo de laburo. Vivo con mi pareja a un par de cuadras, pero sigo esta rutina desde mi época de universitaria, cuando todavía estaba en la casa de mis papás, en un club náutico. Adoro esta zona, los días de semana retranquila y sábado y domingo se llena de gente linda que viene a disfrutar de los restaurantes y barcitos cercanos al agua, pero el clima del lugar siempre tiene algo de vacacional, de festivo”, concluye Vicky que, de algún modo, parece resumir el sentir de muchos otros residentes del lugar.
“Punta Chica no es oficialmente un barrio en el sentido que pueden serlo Belgrano o Caballito. Es un retazo netamente residencial del corredor norte; se extiende desde la Avenida del Libertador hasta el río y desde la calle Uruguay hasta la calle Del Arca, partido de San Fernando. Sin embargo, también se conoce como Punta Chica al sector de Beccar que va desde la Avenida del Libertador hasta el río y desde la calle Uriburu hasta la divisoria del partido. Tanto es así que la propia estación Punta Chica del Tren de la Costa se encuentra situada por mitades entre los partidos de San Fernando y San Isidro”, aclara Carlos Scarpati, titular de la firma que lleva su nombre y que opera en la zona.
Horacio Mieres, director de Mieres Propiedades, confirma y suma: “Una de las ventajas de Punta Chica es que su desarrollo y crecimiento no afectó para nada la fisonomía natural del lugar. El ritmo que caracteriza su geografía, sigue siendo tan sosegado y delicioso como en los sesenta, años de su auge inicial”. Entonces el ramal Mitre del ferrocarril del bajo estaba cerrado y aún faltaba tiempo para su reinserción con el Tren de la Costa. “Empezó a desarrollarse como una zona náutica, con la instalación de clubes como el Barlovento, el Victoria, el San Martín, el Albatros. La Escuela Escocesa San Andrés construyó una sede primaria y, casi simultáneamente, comenzó a tomar forma el Boating Club. Le siguieron Marina del Sol, Bahía del Sol, Canestrari y también barrios privados sin salida al agua, como Rincón del Arca. Pero la gran movida se produjo con la instalación y el movimiento social que implica de la Universidad San Andrés, además de la llegada del Tren de la Costa, que fueron revitalizando y consolidaron la zona residencial. Entrado este nuevo siglo, el área despertó el interés de los jóvenes, por lo que se desarrollaron nuevos conjuntos habitacionales con amenities, en un todo de acuerdo a la época”, informa Scarpati.
Para todo eso, inversores y agentes tuvieron que sortear los vaivenes de la economía nacional, lo que siguen haciendo. Mieres comenta que “si bien no es 2010, para nosotros el mercado está lejos de verse planchado. Estamos con trabajo y pedidos de clientes, abriendo tres nuevas sucursales, apostando a crecer y poder ofrecer mejores servicios a los clientes. En lo que hace específicamente a Punta Chica ya no hay espacio para que se extienda mucho más. Quedan muy pocos terrenos en venta; en barrios abiertos se pagan 400 dólares el m2 y en barrios cerrados no bajan de 500 dólares el m2″, dice. Aunque, según afirma Carlos Scarpati, los lotes junto al río son casi imposibles de conseguir y en algunos barrios privados pueden llegar hasta 800 dólares el m2”. Las casas, que “en la zona pueden conseguirse con 350/400 m2 de terreno y 250 m2 cubiertos, se cotizan entre 350/400.000 dólares, y en edificios bajos sobre Libertador hay departamentos de entre 1 y 3 dormitorios a precios que parten de los 2100 a 2300 dólares el m2 propio”, redondea Mieres.
Siempre según los brokers consultados es mucha la gente que, como Vicky, habiendo vivido siempre en la zona y teniendo que mudarse porque quiere independizarse -o porque ante los cambios lógicos en la familia necesita agrandar o achicar su vivienda-, se niega a abandonar este retazo bonaerense. “Son muchos los que quieren quedarse cerca de donde nacieron o se criaron, les gusta mantener ese vínculo y tratan de seguir perteneciendo a la zona. Hay además personas que llegan de otros barrios en busca del río, la arboleda y, también, la cercanía con un centro urbano como el de San Isidro, buenos colegios, etcetera”, expresa el director de Mieres. Y él mismo continúa: “Ante la dificultad para conseguir lotes, sobre todo los más jóvenes apuntan a sectores lindantes donde el influjo de Punta Chica ya se hace sentir. En los últimos años, los alrededores de la cercana estación de Victoria -del ferrocarril Mitre- han tomado un fuerte impulso con la construcción de edificios de poca altura, dos o tres pisos. Como allí la incidencia del terreno era muy accesible, los jóvenes pudieron adquirir departamentos mucho más económicos que los de San Isidro o Martínez. También se han refaccionado casas que rodean lo que se conoce como 5 esquinas”.
El interés de los jóvenes por la zona que va desde la Avenida del Libertador hacia la avenida Perón, es continuo. “Además, el Código de Ordenamiento Urbano de San Fernando permite la construcción en PH prácticamente en todo el área, cosa que en San Isidro no ocurre. Todo esto hace que tengamos pedidos constantes de terrenos. Los arquitectos se muestran ávidos por satisfacer la demanda de parejas y jóvenes profesionales que se resisten a dejar la zona en que crecieron o que llegan de otros barrios tras la ansiada y particular atmósfera que hace de estos paisajes algo único”, se despide Scarpati.
Puntos de interés
Si alguien busca propiedades en Punta Chica y le queda un rato libre puede aprovechar para una visita guiada el Palacio Sans Souci, construido entre 1914 y 1918, inspirado en el Palacio de Versalles.
El arquitecto francés René Sargent fue el encargado de dar vida a esta casa, a cuya inauguración, con una fiesta espectacular, asistió toda la sociedad porteña de entonces. No en vano la obra había sido impulsada por Carlos María de Alvear, primo del ex presidente Marcelo Torcuato de Alvear. También vale dedicar ese tiempo libre a un rato de tranquila lectura en la Biblioteca Max von Buch. Se encuentra dentro del predio de la Universidad de San Andrés, pero es de libre acceso para quien quiera entrar a leer en un ambiente irrepetible.
Por Paula Gómez, Sábado 3 de mayo de 2014
Publicado en el suplemento Propiedades & Countries del diario LA NACION