Por su ubicación estratégica y el inigualable entorno, la zona crece con emprendimientos de categoría y también casas dirigidos a un público que privilegia el contacto con la naturaleza y la proximidad al Centro.
Ultimo sábado de noviembre, a las 11. Un hombre joven, de alrededor de 30 años, sale de una torre sobre la calle Húsares. No lo hace en auto ni caminando, sino en patines. Pocos metros más adelante se detiene frente al portón de una casa importante y toca el timbre. Minutos después aparece en escena una muchacha de unos 20 años, arrastrando una bicicleta.
El se llama Darío; ella, Virginia. El es geógrafo, ella estudia Biología. ¿Cuál es el vínculo entre ambos? Son hermanos, también vecinos y fans del verde.
Cuentan que en 1988 su padre, arquitecto, proyectó y construyó la casa de la que acaba de salir Virginia. Una construcción de una sola planta con un frente de casi 50 metros y un estilo que, todavía hoy, podría calificarse de vanguardista.
“Entonces -cuenta Darío- dejamos el departamento de Barrio Norte en el que vivíamos y nos mudamos a esta zona, que para la mayoría todavía era el Bajo Belgrano. Hoy ya nadie la llama así; todos la reconocen como Belgrano Chico.”
Ese primer nombre del barrio se debió a que las tierras habían sido ganadas al río. Tal como propone Manuel Mel, del sector ventas de Raúl Mel Propiedades: “Hoy es difícil imaginar que en estos terrenos ganados al río a mediados del siglo pasado, durante la construcción del ferrocarril Mitre, se asentaban hasta hace pocas décadas viviendas muy precarias. A mediados del siglo XX se levantaron algunos edificios relacionados con planes sociales, muy distintos de los actuales, que son de gran categoría”.
“Un privilegio”, según define Darío. El sábado pasado relataba: “Hace algo más de cinco años decidí que era hora de vivir solo y dejé la casa familiar, no la zona. Compré un dos ambientes en un country vertical, una torre dentro de un complejo con putting green, pileta angosta y larga, no pensada para sociabilidad, sino para nadar; cancha de tenis; microcine. Todo esto a pasos de los lagos de Palermo y con accesos inmejorables a cualquier punto de la ciudad. Un lujo”.
Virginia apoya lo que dice Darío y agrega: “Esta zona es para quienes aman el verde, la vida al aire libre. Yo sigo viviendo en la casa con mis padres y otros dos hermanos. Uno pronto se irá seis meses becado a Europa, pero cuando regrese y se case, también vivirá en uno de los edificios del barrio. La menor tiene el colegio, el Cristóforo Colombo, a poquísimas cuadras, y yo estoy cerca de la Ciudad Universitaria. Crecí cobijada por un maravilloso paisaje y no lo cambio por nada, menos ahora que tenemos hasta polo gastronómico propio, como dicen las revistas. Por acá hay locales con propuestas que nada tienen que envidiarles a las de Palermo, pero por suerte no están publicitadas, y por eso son menos frecuentadas; tenemos comida japonesa, restaurantes italianos… ¿Conoces Bruni, el de Donato? Está acá”.
Palabra de broker
Toda una síntesis la de Darío y Virginia. Y un ejemplo claro de lo que sucede en esta parte de la ciudad, que los brokers definen como “en continuado crecimiento desde hace más de 30 años”.
Comenta Mariano Oppel, presidente de Inmobiliaria Oppel: “El sector se ha transformado en un exclusivo barrio residencial, muy buscado tanto por sus vistas como por los accesos. Está rodeado de verde, junto al Campo Municipal de Golf, de los bosques de Palermo, y en primera fila a la hora de mirar el río. Además, para los que reniegan del auto, la cercanía con el tren es ventajosa; y para los que no, las avenidas Libertador y Figueroa Alcorta permiten rápida salida al Centro y a la General Paz”.
Cuestión de límites
Las virtudes de Belgrano Chico son indiscutibles para los entrevistados. Hay unanimidad de criterios. Algo que se pierde a la hora de fijar los límites de este barrio no reconocido oficialmente. De Oeste a Este, coinciden en que se extiende desde la bajada de Barrancas de Belgrano hasta el Río de la Plata. Pero de Sur a Norte, unos ubican los bordes de la zona en el hipódromo de Palermo y la avenida Congreso, lindando con el barrio de Núñez, y otros entre Zabala y Monroe.
Cuadras más, cuadras menos, a este Belgrano lo caracteriza la convivencia armónica de distintos emprendimientos modernos y algunas pocas casas y comercios viejos, pero con cierto pintoresquismo. Están las torres country, que suelen agrupar varios edificios de 20 pisos o más, con unidades de entre dos y cuatro ambientes, abundancia de amenities, y jardines rodeados de cercos perimetrales. Hay también condominios, conjuntos de edificios de departamentos o dúplex, con jardines o terrazas, construidos en forma de anillo de no más de tres o cuatro pisos. Y, finalmente, aparecen las casas, un mercado singular porque se trata, en gran mayoría, de construcciones con especial desarrollo arquitectónico y metraje.
Hablando de valores
Mel explica: “Es uno de los pocos rincones de la Capital en el que todavía las familias buscan terrenos para construir casas a su gusto. Hay algunas recicladas, pero gran parte de las viejas se tiraron y se siguen tirando para construir nuevas”. Por su parte, Federico Augusto Montoreano, presidente de FAM Inmobiliaria, apunta a una cuestion siempre compleja en las grandes ciudades, la de la tierra: “Hasta no hace mucho era sencillo encontrar terrenos para levantar viviendas unifamiliares, pero hoy escasean y su búsqueda es algo que caracteriza la zona, con un CPU muy restrictivo”, dice.
Asi, los terrenos fueron valorizándose hasta llegar a montos que oscilan entre US$ 700 y US$ 1000 el metro cuadrado en ubicaciones premium, frente al verde o el Golf.
Y en cuanto a los valores de compra y venta de las casas, Mel informa: “Dependiendo de la antigüedad y el tipo de lote, si no deben reciclarse superan casi siempre los 300.000 dólares”. Los departamentos, en cambio, “en un edificio nuevo, con seguridad y amenities, dependiendo de las vistas y la altura, alcanzan valores que fluctúan entre los 2300 y 3000 dólares”, aclara Oppel.
“Las unidades en torres de la zona son, además, una considerable opción de renta porque escasean los buenos pisos en alquiler”, añade. Según Montoreano, la renta promedio se estima entre un 5% y un 6% del valor de compra de la propiedad. Así, por ejemplo, un semipiso a estrenar con una cochera y baulera con vista al golf y amenities se alquila entre 1700 y 1900 dólares más gastos. Un departamento sobre Figueroa Alcorta de 30 años, con vista a los clubes y el verde, actualizado, con cochera y baulera, se puede ofrecer entre 1300 y 1700 dólares el m2.
A tan variada oferta en lo que se refiere a tipos de vivienda responde una demanda también diversa. Tal como subraya Mariano Oppel: “Belgrano Chico es uno de los retazos porteños preferidos por un público de alto poder adquisitivo, exigente, que quiere y puede vivir en hermosas casas. Pero es también el elegido por jóvenes profesionales, que buscan un departamento de diseño estudiado y con todo el confort. Muchas veces se da que los hijos arman sus vidas, se independizan, pero se quedan aquí, cerca de la casa de los padres, todos en Belgrano Chico”.
Lo confirman Darío y Virginia, que seguramente también hoy disfrutan del verde en bicicletas y patines.
Paula Gómez, 4 de diciembre de 2010.
Publicado por La Nación.