De los granos a los ladrillos

Con una muy buena cosecha se espera que parte de las ganancias del agro se vuelque a las propiedades.

El personaje interpretado por el actor Federico Luppi en la escena final de la película Plata dulce , al observar desde su celda las primeras gotas de una tormenta desliza una frase que hoy sigue vigente: “Con una buena cosecha nos salvamos. ¿Te das cuenta? Dios es argentino”. Esta campaña agrícola 2010/2011 que tenemos en las manos no escapa a esta lógica. Despierta grandes expectativas en todos los sectores económicos, hasta tal punto que algunos ya hablan de que se superarán los 100 millones de toneladas.

El efecto dinamizador que tiene una buena cosecha de granos en nuestro país es innegable. ¿Qué economista serio puede plantear un escenario económico para el próximo año sin tener en cuenta este dato? Sembradoras, autos y departamentos son los primeros y tradicionales destinos elegidos después del paso de la cosechadora. Ninguna actividad económica puede quedar indiferente, ya sea por los dólares que ingresan en el país estabilizando el tipo de cambio o por el derrame local en los pequeños pueblos de la pampa húmeda. Y los ladrillos no son una excepción a esta regla.

Pero vamos a las preguntas que importan. Si la cosecha será tan buena, ¿volverán entonces los chacareros a invertir en el sector inmobiliario como lo hicieron a mediados de 2000?

Difícil. En principio se descarta que las inversiones que vengan del campo tengan esa vitalidad arrolladora del deme dos departamentos que hizo estragos en ciudades como Córdoba, Rosario, Pergamino o Junín. La relación entre la renta agropecuaria y el valor del metro cuadrado de las propiedades urbanas ya no es tan favorable. En aquellos años el campo tenía como aliado un dólar muy competitivo que todavía no sentía la erosión inflacionaria, mientras que la renta de las propiedades urbanas dependía de sueldos en pesos deprimidos. De todas formas esto no significa la ausencia durante 2011 de los inversores agropecuarios en el mercado inmobiliario.

Hay razones para pensar que pueden tener un mayor protagonismo que en los últimos dos años. La primera razón es el volumen de cosecha que se espera. Se sembró un 6% más que el año pasado, llegando a las 32 millones de hectáreas, y la soja sigue siendo el cultivo líder, con alrededor de 19 millones de hectáreas sembradas. Esta mayor siembra y las primeras lluvias de agosto y septiembre hicieron que el Ministerio de Agricultura estimara una cosecha récord de 103 millones de toneladas. Algunos creen que la estimación es demasiado optimista. Cálculos privados proyectan que la producción estará un escalón más abajo, de 94 a 97 millones de toneladas. Un volumen similar a la cosecha anterior, en la que no se podría superar el récord histórico de 98 millones de la campaña 2007/2008 ni el hito de los 100 millones. Estas estimaciones tienen en cuenta que el fenómeno climático de La Niña, en el que se presentan menos precipitaciones durante el verano, que castigará los rindes de los cultivos agrícolas, especialmente los de la soja y el maíz. Los extraordinarios rindes de la campaña pasada serían muy difíciles de alcanzar en estas condiciones. En noviembre comenzaron a escasear las precipitaciones y si bien las condiciones de humedad en el suelo todavía mantienen algunas reservas en las capas más profundas, éstas no dejan de disminuir debido a las altas temperaturas que se están desarrollando. Ya se puede observar algunos lotes de trigo y maíz que presentan un buen estado general, pero que fueron afectados por los golpes de calor y los vientos. Esto explicaría por qué, según algunas estimaciones, el volumen de la cosecha de este año no superaría el del año pasado a pesar de tener una mayor superficie sembrada. De todas formas estamos hablando de un cosechón en puerta.

La segunda razón para ser optimistas es que hay mejores precios que la campaña anterior aunque todavía lejos de los extraordinarios promedios del ciclo 2007/2008.

La soja cotiza un 40% más que el año pasado y el maíz, el 55%. En estos momentos, el mercado local paga 320 dólares por la oleaginosa y 165 dólares por el cereal.

Moderado optimismo

Como resultado de los precios de los granos y el volumen cosechado se calcula que el valor de las exportaciones será de aproximadamente 27 mil millones de dólares. Vale recordar que las exportaciones de la campaña pasada significaron 25,6 millones de dólares, mientras que la correspondiente a 2007/2008 llegó a los 28,9 mil millones. De esta masa de dólares, el Estado será el principal beneficiario al quedarse con algo más de 10.000 millones por la vía de impuestos y retenciones a las exportaciones. Del monto que resta, aproximadamente 17 mil millones de dólares, se emplearían 14 mil millones para pagar los gastos directos de implantación del cultivo; es decir, semilla, fertilizantes, insecticidas, herbicidas, riego; más los gastos de cosecha, comercialización y los arrendamientos.

Los 3000 millones de dólares que quedan se utilizarían para la inversión en bienes durables de la explotación, y en los gastos que pagan la estructura, la administración, y los retiros necesarios para vivir de las familias de agricultores y las futuras inversiones.

¿Qué dice esta especie de disección de las partes que intervienen en la cosecha? Básicamente que hay una larga cadena de actores que intervienen en la actividad agrícola en los que se derrama el valor del grano cosechado. Los chacareros no son los únicos actores (están los semilleristas, ingenieros agrónomos, contratistas, asesores, fleteros, entre otros) y, por lo tanto, no son los únicos inversores potenciales en el mercado inmobiliario. Son sólo el último eslabón o el primero, según como se quiera ver, de esta cadena productiva.

Y la tercera razón para el optimismo se basa en que los buenos rendimientos de la última campaña agrícola emparcharon en buena medida la pérdida que se arrastraba de la muy mala cosecha 2008-2009 en la que la seca hizo estragos. Es decir que al no tener que atender las deudas en forma tan acuciante como en la anterior campaña, el agricultor tendrá esta vez mayor liquidez para atender otras inversiones.

Así que con las finanzas del agricultor en mejor estado de salud, las alternativas de inversión estarán entre: 1) la renovación tecnológica, que es la base de la competitividad del productor, y que estuvo frenada durante los dos últimos años; 2) la posibilidad de actuar en forma muy prudente y retener una buena parte de la cosecha y dejarla sin vender; es decir, sentarse arriba de los granos; 3) comprar ladrillos como un muy buen resguardo de la inversión y también la forma de diversificar la canasta donde están puesto sus activos. Es decir, decisiones que apuestan a un aumento de la producción poniendo más huevos en la misma canasta, y otras que eligen el camino de una mayor prudencia y diversificación. Hacia adónde se incline la balanza dependerá de las señales que emita la economía durante el próximo año electoral.

Félix Sammartino, 27 de noviembre de 2010.
Publicado por La Nación.