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A la hora de elegir un departamento comienzan a plantearse dudas sobre qué conviene más, si las unidades clásicas y con estilo o las modernas y tecnificadas
En la película Dos hermanos, de Daniel Burman, Graciela Borges interpreta a Susana, una mujer avasallante, algo inescrupulosa y disparatada que pretende ser agente inmobiliaria. Cuando muestra las propiedades en cartera, que siempre están bastante deterioradas, el personaje no pierde oportunidad de señalar las ventajas de las construcciones del siglo pasado sobre las del actual”, cuenta Fernanda Díaz Anzorena. Y agrega: “Antes de salir a buscar departamento yo pensaba como el personaje del film; ahora ya no sé qué es mejor, si lo que tiene unas décadas o lo más nuevo. Hace tres meses que estoy dando vueltas. Me crucé con más de un operador que, como Susana, golpeó los nudillos en las paredes y me habló de la nobleza de las construcciones de los años 60 y 70, mientras me mostraba un departamento oscurísimo o con una distribución nada acorde con la vida de una familia de hoy. También vi propiedades a estrenar en las que el equipamiento es de película, pero tampoco me conforma. La venta de la casa parecía misión imposible, pero ya se concretó, y nosotros todavía no podemos decidir qué comprar, si algo de gran nivel a estrenar o un inmueble con menos detalles en cuanto al diseño, pero mayor calidad en los materiales”, se lamenta Fernanda.
Sus dudas no son novedad para quienes se mueven en el mercado inmobiliario. “Es frecuente que, a la hora de decidir la compra de un departamento, nos gane la incertidumbre. Más allá de las tendencias, que van de la mano de las modas y que se asocian con preferencias y posibilidades, es importante no analizar sólo lo que se ve, sino también saber mirar lo que no se ve”, explica el arquitecto Diego Esses.
Y es otro arquitecto joven, Manuel Buitrago, el que acerca una solución práctica para aclarar las dudas de los compradores potenciales: comenta sobre un servicio ya habitual en Estados Unidos y que, aunque todavía no se ha institucionalizado entre nosotros, resulta frecuente, el walktrough. “En la práctica profesional sucede que clientes o conocidos me llaman para que los asesore en la búsqueda de una propiedad. Lo que hago entonces es mirar el inmueble sin ninguno de los compromisos emocionales que pueden confundir al interesado. Voy y estudio la unidad fríamente”, explica.
¿Este walktrough sería entonces algo así como caminar prescindiendo de lo accesorio? ¿No dejarnos enganchar por la magnífica boiserie del departamento antiguo o por el despliegue del desayunador en el PH urbano? “Algo así -confirma Buitrago-. Busco los vicios de construcción, intento descartar fallas que puedan originar complicaciones a futuro. En un primer nivel se tiene en cuenta la humedad de cimientos, fisuras, grietas y cuestiones estructurales de ese orden. En segundo lugar, que las instalaciones sean seguras, que respondan a las normas; que los sistemas de gas y de agua funcionen de manera adecuada. Este tipo de inconvenientes pueden aparecer incluso en propiedades a estrenar. Por ejemplo, una carpintería de mala calidad o ventanas colocadas a las apuradas traen problemas; si no ajustan bien, al año aparecerá humedad en las esquinas.”
Moderno vs. posmoderno
“En Buenos Aires, todo lo realizado de 100 años a esta parte generó una muy buena matriz urbana sobre la que hoy los profesionales y empresarios intervinientes en el diseño y la ejecución de nuevas construcciones pudieron idear proyectos de vanguardia, a la altura de cualquier gran metrópoli”, asegura el arquitecto Fernando Burone.
Si bien a principios del siglo pasado esta ciudad apostaba a una arquitectura fundamentalmente parisiense, no faltan edificios que muestran interesantes mezclas de arquitectura francesa, inglesa, italiana y española, tanto como de arquitectura racionalista y art déco. “Grosso modo, los edificios de departamentos porteños pueden dividirse en dos grandes grupos: el mayoritario conjunto de los levantados entre medianeras y los de perímetro libre llamados torres, que cobraron protagonismo en las últimas décadas. El primer grupo tiene sus antecedentes en los edificios de renta construidos desde principios del siglo XX hasta la aparición de la ley de propiedad horizontal, en 1948. Si llegamos hasta fines de los 50, aquí se incluyen las unidades antiguas, precisamente de estilo academicista francés, art nouveau, art déco, y los más modernos de concepción racionalista y profusa producción en nuestra ciudad”, asegura Esses.
Los profesionales coinciden en que las unidades representativas de este grupo, más allá de las características propias de su estilo, suelen presentar unidades con accesos de jerarquía, halls importantes, ambientes de generosas dimensiones, materiales de categoría -buenas maderas, pisos graníticos en los sectores húmedos, entre otros-, y la posibilidad de reciclados, lo que atenúa la poca funcionalidad de su distribución. Cuando se evalúa la compra de una propiedad de este tipo, es importante tener en cuenta cómo transformar aquellos servicios obsoletos, que, en su inmensa mayoría, eran centrales; lo mismo que el deterioro de otros sistemas ocultos por las paredes.
-¿Qué pasa durante la segunda mitad del siglo pasado, ya vigente la ley?
-Todo parece indicar que la falta de una correcta planificación habilitó que, gracias a las diferencias sustanciales de altura entre los edificios, aparecieran medianeras con recortes antiestéticos o patios auxiliares a la vista de todos. También que las construcciones muy altas terminaran encerrando otras de menos pisos, convirtiendo ambientes antes ventilados y luminosos en una suerte de cuevas.
“De manera paulatina -sigue Esses-, el departamento fue ganando lugar entre las preferencias habitacionales de la clase media y convirtiéndose en algo más estándar. A pesar de eso, hay excelentes unidades construidas en los años 60 y 70. En líneas generales, entonces, los edificios dejan de restringirse a un estilo definido, y en ciertos casos, responden a una estética asociada con lo industrial, con hormigón o ladrillo a la vista; los ambientes se tornan más compactos y nos acostumbramos a los placares incorporados y las carpinterías corredizas propias de espacios acotados. Es también en esta época cuando comienzan a hacerse habituales las torres. “Un concepto que pretendía asegurar en las unidades buenas condiciones de luz y aire, pero que muchas veces se desentendió del entorno. Algunas presentan basamento con actividad comercial, pero otras fueron construidas, apenas separadas de los lotes vecinos por la distancia reglamentaria, con lo que también los pisos que no superan los de las propiedades linderas tienen visuales desabridas , en el mejor de los casos”, concluye Esses.
A modo de cierre, el joven Buitrago asegura: “Una construcción, ya sea un edificio de oficinas o una casa frente a un lago, es siempre un modo de expresión arquitectónica que no puede aislarse del entorno ni de sus habitantes. Por eso, más allá de evaluar fríamente la propiedad, un buen walktrough considerará la cercanía suficiente con el cliente, como para estar en condiciones de aconsejar una propiedad en la que se ahorren problemas a futuro”.
Algo que Fernanda agradecería y a la alocada Susana, interpretada por Graciela Borges, le hubiera ahorrado más de un conflicto.
Paula Gómez. 19 de junio de 2010
Publicado en La Nación