La poda de altura

En muchas ocasiones es necesaria la intervención del hombre antes de que la naturaleza se haga cargo ocasionando grandes incidentes


Así como es imposible ver a un bebe como un potencial peligro en su edad adulta, también es difícil imaginar como una temible amenaza a un arbolito que hasta hace poco regábamos, abrigábamos en invierno y protegíamos hasta el desvelo de hormigas, liebres y pestes.

Pero si no se le han hecho precisas podas de formación, ese momento de transformación de ternura en temor llega en nuestra generación o como mucho en la siguiente. Un día nos percatamos de las pesadas ramas que se blanden sobre nosotros y crujen poco amistosas en los días de viento o tormentosos.

La sombra reparadora y la belleza inalcanzable de los grandes árboles se convierten entonces en un perfil siniestro sobre las propiedades, los automóviles y hasta incluso otras plantas valiosas. Porque quien ha visto a la naturaleza hacer el trabajo de raleo por su cuenta, sabe del latigazo impiadoso que infringe un tronco a su paso.

Esta es la época en que se enfrenta el problema y la tentación es encarar artesanalmente una poda de altura rápida, pero un corte inoportuno dejaría al árbol deforme y listo para generar rebrotes sin ton ni son. No hay más que caminar por los barrios porteños, las localidades y los pueblos para ver esos eucaliptos amputados añorando el majestuoso porte que les estaba destinado. Seguí leyendo “La poda de altura”