Atentados a los frentes porteños

Las fachadas mal planeadas muchas veces resultan en una superposición de elementos que arruinan cualquier edificio.

Hay elementos de la vivienda contemporánea que parecieran molestar a los arquitectos. Así lo intuí apenas empecé a estudiar esta carrera cuando un veterano profesional me contó como graciosa la anécdota de una de sus primeras experiencias profesionales. Había proyectado un edificio de departamentos sin tener debida cuenta de las ventilaciones de calefones y cañerías, siempre tan molestas a la hora de pensar bellos, puros y, diría hoy, minimalistas espacios. El resultado final, como no podía ser de otra manera, convirtió la obra en un mamarracho, con los caños y sombreretes de chapa saliendo por cualquier lado.

Así ocurre con muchos otros adminículos que, nos guste o no, hay que poner en los edificios. Basta levantar la vista y tratar de observar sin ojos adormecidos por el acostumbramiento para encontrar cantidad de disfunciones producto del mal diseño.

Salpicón de rejillas.

Empecemos por las odiosas rejillas de ventilación que como peligrosa urticaria invaden muchos de los frentes mal planificados. Resulta que las ordenanzas municipales exigen que para que haya artefactos de gas (estufas, calefones, termotanques, calderas o cocinas) el ambiente debe tener ventilación natural. En el caso de las viejas estufas pueden reemplazarse por unidades de tiro balanceado que lógicamente también necesitan tener ventilación. El tema es que, cuando no fueron previstas desde un principio, aparecen en cualquier parte, atentando contra la estética de las fachadas.

Balcón-tender.

Lo que no se puede creer es que aún hoy haya departamentos que no tengan asignado un lugarcito para colgar la ropa. Y que la única solución sea ingeniárselas con algún dispositivo para colgarla en la bañera, poner el tender en el balcón, o gastar fortunas mandando a secar la ropa al lavadero. Los deptos que, además de chiche, están bien pensados, vienen con lavadero. Y, en las versiones más modernas, en vez de dar sobre el frente, que lo reservan para el desayunador, le dan un espacio en el interior de la cocina. Claro, para eso debe estar equipada también con un secarropa. Lo que no ha resuelto la tecnología, por lo menos de los aparatos más estándar, es que cuando el lavarropas está centrifugando a toda velocidad, su ruido hace imposible cualquier diálogo en la cocina.

Antenas siglo XXI.

Las viejas antenas han dejado de ejercer su presencia hegemónica sobre el paisaje urbano. Tal vez los más jóvenes hasta las desconozcan. Son de la generación del cable y de las antenas parabólicas que tienen a su favor que, además de ser un chiche relativamente nuevo, es uno de los periféricos que tienen mejor look. O tal vez menos molestos.

Rejas new style.

Las rejas contra hombres araña son otro capítulo de esta saga. A veces suelen complementarse con alambrados de púas como los que vemos en las películas de guerra. Y que ya son de uso frecuente en las casas reemplazando al murete con botellas de vidrio partido. Ya que pasamos por las casas … ¡los tanques de agua! Esos elefantes difíciles de disimular que emergen por encima de las construcciones.

Plaga de AA.

Pero quizás la plaga más virulenta sea la de los aires acondicionados, esos aparatitos maravillosos que sin duda hacen la vida más placentera pero, ya sean los viejos equipos de ventana o los más modernos splits, agujerean las fachadas como un queso Gruyere y ponen fuleros al mejor de los frentes. No solo eso, cuando su instalación no es la debida, chorrean agua sobre las veredas.

La idea no es prohibir estos elementos que hacen al confort de la vida cotidiana, sino que arquitectos y constructores no escatimen neuronas, y prevean en sus diseños el lugar que inevitablemente les corresponde.

Berto González Montaner,19  de septiembre de 2011.
Publicado por Clarín.