La transformación integral de este bellísimo pulmón verde mejoró la vida de sus vecinos, pero además ese cambio impactó en la cotización de las propiedades
Tras tiempos de abandono, cuatro años de reciclado, posterior debate por enrejado y vaivenes varios, hace más de un año que el Parque Centenario parece haber recuperado su esencia. Esa que debe haber pretendido darle el arquitecto y paisajista franco argentino Carlos Thays cuando lo proyectó, con motivo de los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo.
Hoy, otra vez transformado en pacífico y placentero espacio de paseo para los vecinos de la ciudad y sus alrededores, los efectos positivos de su cambio alcanzan incluso al mercado inmobiliario de la zona residencial aledaña, a la que popularmente da nombre.
“Se trata de unas treinta manzanas cercanas que se distribuyen entre Caballito, barrio al que pertenece el parque; Almagro y Villa Crespo, barrios limítrofes”, informa Diego Migliorisi, socio gerente de Migliorisi Propiedades.
En el centro geográfico de la ciudad de Buenos Aires, entre las avenidas Díaz Vélez, Patricias Argentinas, Ángel Gallardo y Campichuelo, el parque reúne un conjunto de plazas y alberga un lago artificial no navegable debido a su baja profundidad, con un islote orgánico donde habitan cisnes y patos; el más grande de los anfiteatros porteños, con espacio para 1600 espectadores sentados; un skatepark; juegos recreativos y, para muchos lo más importante, una frondosa arboleda. Más de 70 especies, muchas autóctonas: tipas, paraísos, jacarandás, plátanos de sombra, araucarias, ombúes.
“En lo que hace al tema inmobiliario, me parece importante señalar que la zona que llamamos Centenario asocia a vecinos de 3 barrios limítrofes. Tanto Caballito como Villa Crespo y Almagro tienen su público particular, y en los alrededores del parque confluyen todos”, apunta Felipe Obschstko, titular de Fiogar Propiedades.
Y lo confirma Florencia Alonso, una veinteañera, estudiante de Ciencias Ambientales, que cuenta: “Mi abuela Benita tiene más de 80 años y nació a unos pasos de acá, en un departamento sobre la calle Julián Álvarez, que ya es Villa Crespo. Cuando ella se mudó a otro más grande y con vista al parque, por el departamento original fueron pasando cada una de sus hijas recién casadas, mi madre y mis tías. Ellas también se fueron mudando, siempre por el parque y, sin embargo, viven en distintos barrios. Ahora el departamento de Julián Álvarez nos toca a los nietos. Primero lo habitó mi primo y ahora estoy yo. El tema es que lo que nos importa no es en qué barrio estamos, sino seguir cerca del parque que, por suerte, dejó de ser tierra de nadie y hoy podemos disfrutarlo. Mi mamá y mis tías vienen a hacer footing y, el fin de semana, tienen la costumbre de pasear un ratito por la feria artesanal y de antigüedades. Mi primo trae a sus hijos a jugar aquí. Yo vengo acá a estudiar al aire libre, a despejarme”. ¿Y la abuela Mecha? “Ella difícilmente se pierde su caminata mañanera por el Centenario”, remata Florencia.
“Es que hasta hace unos años -cuando en 2009 se lo remodeló y luego, en 2012, se lo enrejó- esto parecía el Central Park antes de Giuliani: alto nivel de violencia, la parquización destruida, el lago seco, todo sucio. La gente tenía miedo de cruzarlo y las propiedades cercanas se devaluaban porque el parque no podía utilizarse y parecía sumar inseguridad. Pero eso ya fue. A partir de la obra pública, que no se limitó a estructura edilicia, sino que incluyó limpieza, seguridad e iluminación, las propiedades de las manzanas que denominamos Centenario recuperaron e incluso incrementaron su valor entre un 10% y un 15%”, explica Migliorisi. Y da un ejemplo: “Un departamento de dos ambientes lateral de 40 metros en la calle Frías al 200, antes de la obra, en 2010 se vendía a 74.000 dólares y en 2013 a 82.000”.
HOY POR HOY
El doctor Obschatko comparte el entusiasmo de Migliorisi, aunque sin olvidarse de las condiciones generales del mercado. “No cabe duda de que una propiedad cercana a un lindo parque se cotiza mejor que una vecina de un espacio verde semiabandonado, pero en esto días difícilmente alguien compre o venda. El mercado está indeciso. Es así en todos lados y los alrededores del parque no escapan a la realidad. Como resultado de la actual situación en cuanto a compraventa se ha activado el mercado de alquileres y, lógicamente, ahora, con el Centenario en condiciones, los inmuebles se alquilan más fácilmente y con mejor renta. Y es así a pesar, incluso, de que en todos los barrios los alquileres aumentaron y suele no haber relación entre los precios exigidos por los locatarios y los sueldos de los posibles inquilinos, lo que también dificulta las operaciones.”
Según informa el titular de Fiogar, en la zona aledaña al parque es difícil encontrar monoambientes a menos de 2000 pesos. Los 2 ambientes se alquilan entre 2400 y 3000 pesos, y los 3 ambientes entre 3000 y 4000 pesos, mientras una casona importante puede rondar los 8000 pesos.
Es que en el sector de la ciudad que nos ocupa, muy bien comunicado con el resto a través de dos ramales de subte, numerosas líneas de colectivos y avenidas, coinciden distintas zonificaciones. “Hay cuadras en las que se permite construir en altura, donde se han levantado muchos nuevos emprendimientos y tienen alta densidad de población, mientras en otras se admiten sólo tres pisos. Si a esto sumamos las casas originales de la zona, encontramos diversidad de opciones en lo que hace a tipologías edilicias y también en cuanto al público. Hay PH y también pisos de cuatro ambientes con dependencias, que satisfacen tanto las necesidades de los jóvenes solos como de las parejas y familias”, continúa Migliorisi.
¿Precios de compraventa? El mismo entrevistado dice: “Para los inmuebles a estrenar varía entre 1900 y 2300 dólares el m2. Para los usados, entre 1700 y 2000 dólares el m2. En las zonas donde se puede construir en altura quedan pocos terrenos y la incidencia es de un 15%, aproximadamente.
Para terminar, Obschatko, contundente, afirma: “En lo que hace a dólares, los propietarios de los alrededores del Centenario no difieren de los del resto de los barrios. No hacen diferencias entre dólar oficial, dólar blue o dólar ladrillo. Ellos también quieren verdes: esos billetes verdes, rectangulares, con el retrato de Benjamín Franklin”.
Por Paula Gómez, Sábado 15 de febrero de 2014
para el suplemento Propiedades & Countries del diario LA NACION