Es la zona más cotizada de la ciudad, pero le faltan servicios básicos, como escuelas y transporte.
En la tranquilidad de sus calles y sus residencias de lujo, Puerto Madero no sólo es el barrio más moderno, sino también el más caro de la ciudad. Con valores que rondan los 3500 dólares por metro cuadrado y trepan hasta los 8000, sus torres marcan el techo del mercado inmobiliario porteño. Sin embargo, es una zona de fuertes contrastes, de la que también forman parte la prostitución, personas que viven en la calle y la vecindad del asentamiento Rodrigo Bueno.
Quienes viven en Puerto Madero lo eligen, en su mayoría, por la seguridad y los espacios verdes. “Cuando cruzo el puente, me da la sensación de que vivo en el campo. El aire es diferente, es una sensación de vacaciones”, relata Estela, residente desde hace 6 años.
Con sus 6765 habitantes, según estimaciones de la Dirección General de Estadística de la ciudad para 2012, es el menos poblado de los 48 barrios porteños. No obstante, según la misma fuente, es el que más creció. Su población se multiplicó 16 veces en doce años, si se tiene en cuenta que en 2001 vivían allí 409 vecinos.
Para Estela, Puerto Madero no es un barrio fantasma. “Si querés sociabilizar, vení a Puerto Madero”, sintetiza.
Los amenities y salas comunes de los edificios son los puntos de reunión de los residentes de Madero Este. Cada complejo ofrece cocheras, seguridad privada, gimnasio y pileta. Otros incluyen, además, microcines, spa, salones de fiestas, cavas de vino y hasta jaulas de golf.
Fuera de las comodidades de los edificios, en el barrio no hay servicios públicos como transporte, hospitales o escuelas. Los únicos colectivos que circulan son los de la Oficina de Turismo del gobierno de la ciudad, y el Tranvía de Puerto Madero dejó de funcionar a fines del año pasado y otras dos líneas sobre Alicia Moreau de Justo.
Además de la Universidad Católica Argentina (UCA) y guarderías privadas, en Puerto Madero no hay instituciones educativas. Por eso muchos padres eligen colegios como La Salle, Los Robles, Jesús María y Saint Georges, en Quilmes, para la educación de sus hijos.
Gilda Sibouet envía a su hijo al Champagnat, en Recoleta. Hace seis años vivía en un country en Pilar. “En Puerto Madero encontramos la misma calidad de vida y la seguridad”, explica. Aunque, al mismo tiempo, lamenta la falta de servicios que necesita a diario, como artículos de librería, una casa de arreglo de ropa o de zapatos.
Es que, a Puerto Madero, los comercios fueron llegando con el tiempo. Uno de los más nuevos es Asunto Plus, una tienda de libros y objetos de diseño. Sergio Criscolo, el encargado, explica que “el desafío es romper con el prejuicio de Puerto Madero: acá la gente viene y busca libros específicos”. Hasta ahora, los productos más vendidos fueron muñecos de la marca Momishtoys, que representan a seres de otros planetas y cuestan entre $ 160 y $ 280.
Los supermercados tienen menos de dos años. Mientras compara precios en las góndolas del Jumbo Harbour, Violeta, una docente jubilada que vivía en Avellaneda, cuenta que se mudó en 2011. “Hay mucha más seguridad y vivimos más tranquilos”, explica.
Puerto Madero se destaca por ser uno de los pocos barrios de la ciudad que cuentan con custodia de la Prefectura Naval. Además de la vigilancia privada, 23 cámaras monitorean las calles y los espacios públicos.
Sin embargo, fuera del radio de las cámaras, en la parte trasera, comienzan a verse los contrastes. En la costanera, Alejandro y Ramón Gonzalo se refugian, de noche, junto a la estatua de Henrique el Navegante, en un corralito de rejas. De día, cuidan los coches que muchos oficinistas estacionan en la zona.
Unas cuadras más adelante, sobre la avenida de los Italianos, Oscar y su madrastra jubilada ocupan una casona vieja que, años atrás, fue un restaurante. Desde allí tienen una vista privilegiada del paisaje de Puerto Madero: la torre de YPF, el hotel Hilton o el Château.
Por las noches, en la zona de la ex cervecería Munich (hoy Dirección General de Museos de la ciudad), y en medio de una oscuridad que sólo aplacan las tenues farolas de la costanera y las lámparas de los carritos de choripán, emergen las siluetas de travestis y prostitutas que deambulan por la desolada avenida.
Detrás de la estatua de Las Nereidas, de Lola Mora, se encuentra la entrada a Rodrigo Bueno, un asentamiento en el que unos 2000 habitantes se apiñan en 6 hectáreas y media. Un cementerio de autos custodia la principal vía de ingreso y deja atrás la imagen de los coches de alta gama que circulan por las calles con nombres de mujer.
Al igual que los vecinos de Puerto Madero, los de Rodrigo Bueno tampoco tienen escuelas ni hospitales: van a colegios públicos de Barracas y La Boca, y llegan hasta el Pirovano o una salita de atención primaria con el 5, el único colectivo que pasa por la zona. Quienes gozan, quizás, de la mejor vista son los habitantes de la zona llamada “Venecia”, una hilera de casas montadas en precarios muelles de madera que se emplazan sobre un canal, al lado de la ex Ciudad Deportiva.
El padre Alejandro Saijo, a cargo de la Iglesia Nuestra Señora de la Esperanza, de Puerto Madero, y, a la vez, de la capilla Nuestra Señora de Caacupé, en Rodrigo Bueno, es la conexión entre ambos mundos. Según relata, el entonces arzobispo Jorge Bergoglio le asignó la misión junto con un desafío: “Tratar bien a la gente y acompañarla”. La fórmula del equilibrio reside, según el padre Alejandro, en “que las dos partes no se sientan como enemigas”.
Calles de lujo, prestigio y glamour
- Una zona en crecimiento
Su población se multiplicó 16 veces en los últimos 12 años. Según el Censo de 2001, residían allí 409 personas, contra las 6765 que lo habitaban en 2012.
- El mercado inmobiliario
En promedio, el precio del metro cuadrado ronda entre los 3500 y 4000 dólares; aunque en algunos casos puede costar entre US$ 7000 y 8000. El alquiler de un departamento de dos dormitorios en suite promedia los 2500 y 3000 dólares mensuales, mientras que, en concepto de expensas, se pagan unos $ 30 por metro cuadrado.
- Los amenities
Todos los edificios de Madero Este ofrecen, como servicios básicos, seguridad privada, cocheras, gimnasio y pileta. Otros incluyen, además, salas de cine, spa o salones de fiestas, cavas de vino, jaulas de golf y hasta salas para ensayos musicales.
Por María Pagano, Miércoles 10 de julio de 2013 para el suplemento Principal del diario LA NACION