No hay mercado que se salve de los efectos nefastos de la devaluación. Los economistas durante meses se han referido a este tema anticipando lo que podría suceder. Algo similar sucedió cuando se debatía sobre la crisis energética y durante diciembre y enero quedó expuesto descarnadamente el problema a la vista de quien lo quiera ver.
Se disparó el dólar y, más allá de las autorizaciones del Gobierno para los pequeños ahorristas, la suba del oficial o del blue obliga a replantear los precios. Éste es el dilema hoy. Aunque… ¿hay precios? Una pregunta que se formulaban todos durante la crisis de 2001. En algunos puntos hay similitudes con ese momento crítico del país. En lo que se refiere al Real Estate, la coyuntura impactó abarcando todos los segmentos. ¿Cuánto vale hoy una bolsa de cemento? ¿Cuánto cotiza una propiedad? ¿Cuál es el valor real de un activo? Difícil tarea para los operadores y también los developers que tienen que lidiar con los costos de construcción. Y si bien el Gobierno busca acuerdos en este rubro, quienes están al frente de una obra en ejecución padecen toda clase de complicaciones. Los materiales se consiguen a través de una amplia diversidad de proveedores, que a su vez en esa cadena infinita tienen que resolver cómo y cuándo entregar los pedidos a las obras. Un circuito complejo, pero además una maraña de dudas, donde el precio se cuestiona.
Esto mismo sucede con los alquileres. Un tema sumamente delicado, que debe tratarse con cautela. Ya se ha escuchado a algunos propietarios ante el nuevo escenario promover un incremento inmediato de los valores de las locaciones. Seguramente esta medida que quisieran aplicar debe responder a que con la devaluación se licua la rentabilidad, que ya era baja con respecto a años anteriores. Sin embargo, esa no parece una decisión apropiada. Conviene esperar y evaluar los acontecimientos que se sucedan en las semanas que vienen. También considerar la situación de cada inquilino y, si su comportamiento es correcto, tener en cuenta más aún que es mucho mejor mantener los valores actuales hasta el momento de pactar un aumento de común acuerdo. El escenario está demasiado agitado para encarar medidas sin meditarlas detenidamente. Conviene serenarse y esperar hasta que la tormenta haya pasado y decidir lo mejor para todos en cada caso..
Por Adriana B. Anzillotti, Sábado 1 de febrero de 2014
para el suplemento Propiedades & Countries del diario LA NACION